Para meditar (7)
Del infierno.
Los condenados están en el abismo infernal como
dentro de una ciudad malaventurada, en la cual sufren indecibles tormentos de
todos los sentidos y miembros; porque como emplearon en el pecado todos sus
miembros y sentidos, sufrirán en todos ellos las penas correspondientes al
pecado. Los ojos por sus licenciosas é ilícitas miradas sufrirán la horrible
visión de los demonios y el infierno: los oídos por haberse deleitado con
discursos malos, jamás oirán otra cosa más que llantos, lamentos y
desesperaciones: y así de los restantes.
Además de todos estos tormentos, hay otro todavía
mayor, que es la privación y pérdida de la gloria de Dios, de la cual los
condenados están excluidos para siempre. Si Absalom juzgó que el estar privado
de ver el amado rostro de su padre David era más penoso que su destierro, ¿cuál
será, Dios mío, la pena de estar para siempre privado de ver vuestro dulce y
suave rostro?
Sobre todo considera la eternidad de las penas, pues
ella sola basta para hacer el infierno insoportable. Si la picadura de una
pulga en una oreja ó el ardor de una ligera calentura es suficiente para que
juzguemos larguísimo é insufrible el corto espacio de una noche, ¿qué espantosa
será la noche de la eternidad con tantos tormentos? De la eternidad nace la
desesperación eterna y las rabias y blasfemias infinitas.
Atemoriza tu alma con las palabras de Isaías: “¡OH alma mía! ¿podrás vivir eternamente con
estos ardores perdurables, y en medio de este fuego devorador? ¿Quieres abandonar
para siempre á tu Dios?
Confiesa que has merecido el infierno, y muchas
veces. Ya desde hoy tomaré el sentido contrario: ¿por qué me he de sepultar en
este abismo?
Haré tales y tales esfuerzos para evitar el pecado,
que es quien solamente puede darme la muerte eterna.
Kikarm
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