CON SHOTOKAN... MI PRIMER DAN DE KARATE


Ninguna de las actividades deportivas que entonces me aconsejaban, desde la atención médica (2007/08), repercutía positivamente en mis deficiencias físicas. Al final, un doctor me dijo: “Usted sabe perfectamente cuáles son sus problemas físicos… usted conoce las prácticas deportivas que pueden beneficiarle… usted conoce el deporte y conoce sus limitaciones… luego ¿Quién mejor que usted para mirar por su salud? ¡Pruebe y hablamos!

Tras unos años de “vacío” en las AAMM, retorné al Karate. Y lo hice a través de una nueva escuela para mí: Shotokan. Me había iniciado con el Shukokai, y me formé con el Sankukai y el Shito-Ryu. Durante tres años practiqué este estilo de Gichin Funakoshi. No me costó mucho recuperar el tiempo de estancamiento de práctica activa ni de adaptarme a la nueva escuela: al principio lo tomé con calma y tranquilidad y prácticamente sin metas definidas. Hice grandes amigos “shoto-karateka” tanto en Huesca como en Zaragoza, hoy todavía estoy en contacto con algunos de ellos.

Quizás por ello en un año estuve en disposición de poder aspirar a una meta pendiente: ¡aprobar el cinturón negro de Karate por Federación!
Con el amigo David Ferrando, en Huesca, entrenábamos una y otra vez el programa del examen. Recuerdo que él tenía más ilusión que yo, que en principio: yo sólo pensaba en hacerle de “Uke”. Pero mira por dónde, que conforme pasaban los días, me vi con fuerzas de presentarme también… entonces no tenía más meta que poder “levantar cabeza” con mi minusvalía.

Los meses pasaron como un soplo y llegó el día del examen. Recuerdo que aquel polideportivo creo que de “Los Dominicos” estaba lleno de personas que como nosotros se examinaban. Yo estaba tranquilo, un poco más que David… que no hacía más que repasar una y otra vez el vocabulario japonés.

Y aparecieron los cinco miembros del Tribunal de Grados. Y ¡sorpresa! Santiago Velilla Fuentes Sensei era uno de ellos. Él, había sido mi maestro en los 80… “como un padre”, y después de 20 años volvía a verle y… como miembro del Tribunal. El modelo de examen que había preparado de repente se me quedó ¡corto! Todo mi cuerpo era un temblor… ¡qué responsabilidad!

Recuerdo que nuestras miradas se cruzaron, pero no hubo saludo mutuo. Se sentó a la mesa con “cara de mármol” y ya nuestras miradas no volvieron a cruzarse hasta el momento de puesta en escena de mi examen. ¡Estoy suspendido pensé! Debí haberme puesto en contacto con él y presentarle mis inquietudes… pero ¿cómo? Si esto era como un “hobby” para mí.

Tras 6 horas de gente examinándose, llegó el momento de saber quiénes habían aprobado. El portavoz del Tribunal de Grados iba leyendo los nombres de quienes habían aprobado. David Ferrando era uno de ellos. Pero mi nombre se resistía a ser nombrado. Por fin, Carmelo Marco fue nombrado, un peso se esfumó de mi carga… pero, mi maestro, Santiago Velilla ya no estaba por el escenario. Estaba triste, a pesar de haber aprobado, tenía remordimientos: me había alegrado de ver a mi maestro de nuevo tras tanto tiempo, pero no había habido un reencuentro.

Al salir de los vestuarios, estaba esperándome en el pasillo. No hubo palabras al principio, sólo un abrazo. Luego me dijo que, venía a traerme las felicitaciones del Tribunal por mi examen. Desde entonces, estoy cerca, muy cerca de él.

Ahora entreno Shito-Ryu con su hijo, Santi Velilla… de “tal palo, tal astilla”, un gran maestro del Karate, un profundo investigador de todo cuanto esté en relación con el Karate: ya sea competitivo, ya sea tradicional… a este paso, me veo haciendo Karate hasta los 116 años.

Y estos son los recuerdos a “bote-pronto” de aquel 20 de julio de 2008.

Comentarios

LO + DEL MES